miércoles, 23 de enero de 2008

Distratos Médicos



¿Por que me dicen esto a mí? Es sencillo, soy médico, soy psicoanalista y sigo teniendo la vieja costumbre de escuchar.
Escucho y no me gusta nada lo que me dicen pero pensándolo bien ¿podía ser de otra forma, podrían los médicos escapara a las insatisfacciones, las tenciones, las incertidumbres y el desconcierto general? No, claro. Escucho, decía, demasiados, relatos en el que los médicos, me guste o no, mis colegas, algunos de ellos, parecería que desde hace mucho han perdido de vista a sus pacientes, a las personas que tienen frente a ellos. Esos seres humanos que los consultan porque están padeciendo de algún mal, de algo que los lastima en alguna parte de ellos, algo que necesita ser curado. Atendido. Ese es el primero de los actos médicos, atender al otro, escucharlo, pensar en él y actuar en consecuencia.
No me extenderé hoy pero creo que ante el infierno a que muchas personas se ven sometidas por las múltiples opiniones e indicaciones dispares y muy a menudo contradictorias dadas por distintos “especialistas” mi recomendación es la de hacer silencio en uno y, desde ese lugar intimo, elegir a un médico de cabecera, uno que dirija, que ayude a decidir que se hace y que no se hace, uno que escuche e indague a la persona para saber hasta donde quiere llegar en cualquiera de los tratamientos indicados. Si no conocen a este profesional, entonces, búsquenlo, encuéntrenlo. Esa es una responsabilidad indelegable de toda persona, saber encontrar a quien sea capaz de ayudarlo.
Nadie tiene poder sobre nosotros en la medida en que estemos lúcidos y mantengamos nuestra capacidad soberana para decidir, de manera que no existe el “usted tiene que” no corresponde aceptar la indicación coercitiva, salvo en situaciones altamente extremas. Les recuerdo que no olviden que todos tenemos la libertad de decidir que queremos y que no para nosotros, y si como sucede en las cuestiones de la salud el criterio del sujeto es insuficiente, no puede serlo el de saber en quien confiar y en quien no. Aunque todo pretenda desmentirlo nuestro cuerpo, nosotros mismos, somos el espacio de nuestra última soberanía, ejerzámosla. En el campo de la salud la queja tardía es un daño al que no puede darse marcha atrás, que al menos no sea producto de la sumisión o la cobardía.

Enrique.